Verano me volvió loca. Los veranos siempre me vuelven loca, y siempre es agradable ver cómo llega Septiembre, siempre me gustó. Y este en especial. Sentada en un sofá de terciopelo de color turquesa, con una divertida taza rellena de té con aroma de vainilla y tres pastillitas de sacarina, con una elegante lámpara como única compañía, y observando a través de la ventana cómo unos cuantos peatones, entre ellos una señora con una bolsa de plástico en la cabeza, corren despavoridos buscando cobijo y tratando de escapar de eso a lo que llaman lluvia, y entre tanto, yo, cubierta con una manta de color rosa con florecitas en un tono más ocuro. Me gusta el sonido de las pequeñas gotitas que caen del cielo impactando contra el suelo y las hojas de los árboles, que en breves empezarán a caer, las bocinas de los coches y esta canción que estoy escuchando ahora mismo (Everybody Hurts, de REM). Me gusta mi nueva ciudad. Me gusta no conocer a nadie, y que a su vez, nadie me conozca a mí. Me gusta cada vez que suena el teléfono, y caminar descalza sin que nadie me diga nada. Semptiembre siempre trae cambios, este año, según parece, especialmente agradables.
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