Hola. Odiaba a las cajeras del supermercado que está debajo de mi piso, tan hostiles y tan rancias, feas, gordas. Me da igual. Señor que convenció al señor Simply de que pusiera las máquinas de auto-pago en sus supermercados: yo lo amo. Y a eso me he dedicado estos últimos meses: a sacar de su correspondiente botella de cristal todas las moneditas marrones que he ido acumulando a lo largo de estos meses y a pagar largas (no tan largas) facturas de supermercado con ellas. Sin pasar vergüenza ni apuro alguno, benditas máquinas. Pero todo se acaba: las monedas, la primavera y, sobretodo, el contrato del piso. Hola Donostia. Pero todo sigue igual: mi perro ronca, yo no puedo dormir, y sigo bebiendo té en cantidades ingentes. Mentiría si dijese aquello de 'hogar, dulce hogar', porque mamá sólo grita. Pero por otro lado, he encontrado el nuevo escondite de las galletas de chocolate, y eso siempre lo endulza todo un poquito, incluso esta casa.
Y en cuanto a Willy, sigue sonriéndome con los mismos ojos que hace un año.
oye, qué fotos más indies
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